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LA CRÍTICA LITERARIA


LA CRÍTICA LITERARIA.

PARA QUÉ Y A QUIÉN DEBERÍA SERVIR.

Es frecuente oir hablar, en tertulias y foros librescos, de la supuesta objetividad de los críticos literarios. Sin embargo, los críticos son ante todo lectores y como tales no pueden tener sino una visión subjetiva de lo que leen. Eso sí, alguien que ejerce la crítica literaria no es un lector cualquiera, sino un lector avezado que ha desarrollado una capacidad de analisis y de síntesis de los textos a los que se enfrenta. Por lo tanto no se le puede presuponer objetividad, pues no presenta en su trabajo el resultado exacto de una fórmula matemática tras el correcto desarrollo de la misma. Pero sí cabe esperar en su crítica rigor y honestidad, que es lo que muchos posiblemente ansían cuando apelan a la objetividad del crítico, porque está claro que la crítica literaria no es una ciencia exacta.


La función del crítico debe ser la del orientador que dibuja un mapa sobre el papel indicándonos el mejor camino para llegar a nuestra meta y aconsejándonos dónde pararnos a admirar el paisaje, dónde pisar con precaución, e incluso si merece la pena iniciar o no la travesía. Para su labor de cartógrafo literario el crítico debe pertrecharse de un bagaje cultural extenso y variado, porque el libro es siempre un producto con coordenadas espacio-temporales y se nutre de las circunstancias y vivencias del autor y su entorno. El crítico literario, ejerciendo de guía experimentado, tiene que allanar el terreno con la claridad de sus planteamientos, y es de agradecer que amenice su discurso con la agudeza y elegancia de su expresión.


El crítico literario no debe ceder a las presiones de medios de comunicación y editoriales que tan sólo persiguen su propio beneficio, ni hacer su labor a la sombra de amistades, conveniencias ni motivaciones que no sean puramente literarias. En primer lugar porque no es honesto, y en segundo lugar porque aquellos lectores que frecuentan las críticas literarias en busca de orientación acaban detectando los intereses extraliterarios y abandonando a tales críticos en busca de otros que les ofrezcan una guía fiable según sus gustos, porque la relación entre crítico y lector debe fundamentarse en la confianza. Al fin y al cabo, se recurre a una crítica literaria como quien, ante un dilema, llama a un viejo amigo del cual sabe que siempre recibirá un buen consejo.




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