SOBRE EL ARTE VISUAL
ARTE VISUAL, LA OTRA REALIDAD NECESARIA
Sin entrar en la polémica sobre si el arte, especialmente el producido en las últimas décadas, es arte verdadero o raya la tomadura de pelo, y sin pretensión de ofrecer una definición de arte, algo que tantos especialistas a lo largo de los últimos siglos no han logrado consensuar, paso a exponer una reflexión personal sobre las artes visuales, su función y su utilidad, obviando el carácter mercantilista que ha adquirido la obra de arte en los últimos tiempos y la ha convertido en objeto de comercio basado en la especulación arbitraria.
Como artes visuales entiendo se pueden considerar, además de las disciplinas plásticas tradicionales, la pintura, la escultura, el dibujo y el grabado, una serie de nuevas formas de expresión, como la fotografía, el videoarte y el performance, y otras manifestaciones artísticas más recientes, producto de las nuevas tecnologías, que se agrupan dentro del arte digital. Todas estas disciplinas comparten una serie de características, elementos y principios estéticos, como la armonía, el color, la composición, el espacio, la luz, el movimiento, la perspectiva, la textura, que el artista maneja y combina a su antojo para trasmitir una experiencia estética determinada. Desde mi punto de vista el avance más significativo desde la segunda Guerra Mundial es que el arte que se desarrolla a partir de ese momento se caracteriza por la interacción y los trasvases entre diferentes disciplinas, así como el empleo combinado de sus diversos recursos y lenguajes. Esto ha dado lugar a una amplia multiplicidad de productos estéticos, con mescolanza de materiales y tratamientos, propiciando una dinámica de retro-alimentación estética.
Las funciones del arte son múltiples y mutables, pues dependen de un contexto. No desechadas del todo las funciones mágicas y meramente estéticas del arte primitivo y clásico, o la función pedagógica del arte en la Edad Media, el arte contemporáneo tiene sobre todo una función de registro y análisis de la realidad. El artista investiga su entorno y muestra la información que ha recopilado a través de la obra de arte, a la que puede ir unida una función ideológica, que transmite los pensamientos de un movimiento social o político, o los del propio artista. En mi opinión, sin embargo, es esencial su función modeladora de la sensibilidad, lo que yo llamo “el efecto Pigmalión”, pues la contemplación de obras de arte puede enriquecer y dar forma a la sensibilidad artística del espectador. El artista es artífice de una expansión de la realidad, involucrándose en sus obras desde un horizonte de investigación y experimentación.
En ese sentido, las obras de arte visual ofrecen una visión alucinatoria de la realidad, como los espejos deformadores de los parques de atracciones, que nos devuelven el reflejo de nuestras luces y sombras, con texturas y matices variados. Se podría decir que respiramos la realidad que vivimos, pero que vivimos intensamente gracias a la representación de la misma, porque el arte no solo retrata sino que amplía, deforma, distorsiona, y desde esta visión caleidoscópica, al mirar desde diferentes ángulos y perspectivas, se conoce y comprende mejor el mundo que nos rodea. El ojo observa, analiza e interpreta la obra de arte como un mensaje que va más allá de lo existente. La obra es en sí misma una realidad que retrata la del artista y la de su tiempo, y debe conectar con el imaginario del espectador, que con su implicación debe hacer suya la obra. El arte contemporáneo ha trascendido los límites del papel, el lienzo o el muro para que el espectador se adentre e integre en la obra de arte, incluso llegando a formar parte de ella. Un buen ejemplo de esto son las instalaciones de la artista japonesa Yayoi Kusama, que ofrecen, sin olvidar el sentido lúdico del arte, una experiencia sensorial única. Porque el arte en general, y el visual en particular, debe imaginar otra realidad que ennoblezca y enriquezca la realidad que respiramos.